Soy un ser moral, independiente y autónomo, y por lo tanto
(esencialmente) no social


jueves, 6 de septiembre de 2012


Mi primer experiencia con un arma ajena fue a los seis años. Nacida de la cabeza de mi viejo se proyectaba hasta el brazo desconocido de quien no supe mas que su perfil. Atemorizándome el sonido de aquella tan parecida a la que usábamos para jugar en las tardes de verano. En el tiempo en que con mi hermano saltábamos la medianera que nos separaba de esa selva en el fondo de la casa de nuestros amigos. La misma edad nos hacia trepar. En los árboles pasábamos horas inventando historias como la que nos llevo a perseguir por esos pasillos lo que quedaba de mi viejo después del estruendo.

viernes, 17 de agosto de 2012


Esa tarde lo supimos 
habíamos comprado golosinas y cigarrillos en un kiosco
habíamos caminado casi de la mano
habíamos reído de un señor que disimulaba al caer
habíamos viajado apretados en un subte
habiamos sido dos entre tantos que esa tarde caminaron por Florida

lunes, 30 de julio de 2012

El ruido de las bolas que giran dentro de una mesa de pool que vibra contra mis piernas que apoyadas en un borde al agarrarte la cintura entre la espesa nube de humo entre el gusto de tu boca y la cerveza fría que congela la lengua hasta que te detenes y entonces el ruido de las bolas que giran dentro de una mesa que vibra contra mis piernas que esperan que vuelvas

viernes, 6 de julio de 2012

Sentado frente a mí. Se iba a morir. En esa mesa circular asentía a cada palabra que le decía yo sin saber bien qué. Esperaba. Era la segunda vez que le cambiaban la yerba al mate y él se iba a morir. Lo sabía. Lo sabíamos todos. Cumplía ochenta, sus dos hermanos antes también, antes, justo antes de morir. Ahora él, ahora el mate que volvía a pasar, la tele encendida, imperceptible en esa mesa, la cocina recién pintada, su muerte, las galletitas que horneó la abuela, su sonrisa, justo abajo de esos ojos que saben que van a morir.

jueves, 28 de junio de 2012


Me pareció verlo. Sentado en una máquina. Desde la vidriera. En ese ciber. Como siempre. Me detuve. Me di cuenta. No era él. Era como él. Pero dentro. De cuatro años. Quise. Mandarle un mensaje. Contarle. Que tenía un doble. Que le iba a quedar muy bien. Dejarse la barba crecer. Me pareció que no. Que no iba a entender. Por qué. Le escribía. Después. De cuatro años. Sin vernos. Ni hablar. Para decirle. Eso.

martes, 31 de enero de 2012

Todo el tiempo

respondo
todo el tiempo

con lógicas
anteriores
todo el tiempo


Todo el tiempo
soy rencor